lunes, 11 de agosto de 2008

Toda teoría debe conllevar una práctica. En Internet, la teoría suele ser de usar y tirar, se consume como se consumen los condones.

La comunicación en la red es una comunicación muy limitada, hace muy complicada la aparición de proyectos reales por numerosas causas: la distancia, la inexistencia de lazos comunicativos reales (no conoces a las otras personas), la personalidad virtual que poco tiene que ver con la persona en muchos casos, topos, etcétera, etcétera.

Internet no es real. Los espacios de lucha virtuales no son espacios de lucha. Internet separa de la realidad y, por ende, de uno mismo.

Internet puede ser útil en ocasiones, muy contadas. No puede olvidarse que la verdad está ahí fuera.

No existe espacio más mediatizado que Internet.


Todo lo que hay en la red es pura palabrería.
Por supuesto, este blog también.
¿Podemos ser dueños de nosotros mismos?

En la lucha por consumar nuestros deseos o, al menos, hallarlos, estamos solos -y no me refiero a que no podamos hacerlo acompañados, sino que dicho camino sólo podemos trazarlo nosotros. Los individuos de nuestro alrededor no suelen ocuparse de tamaña empresa, preocupándose por sus vanagloriadas banalidades.

Por otra parte, estamos acostumbrados a que decidan por nosotros, nuestros padres, los médicos, los profesores, los políticos, los jefes. Sólo podemos encontrar la autonomía siendo autónomos.

Esta suma de necesarios factores -independencia y soledad- tiene gran capacidad para hacernos sucumbir. Pues están condicionados por el miedo a lo desconocido y por el efecto de la colectividad sobre el individuo. El miedo a lo desconocido sólo se supera conociendo, y la influencia exterior buscando un entorno propicio para nuestro desarrollo, lo que incluye amistades y acciones. Otro rasgo importante para superar la influencia ajena es la autoestima, pudiendo reforzarse o desplomarse con suma facilidad, sin confianza en uno mismo no hay independencia posible.

Es habitual también recurrir a toda clase de excusas para justificar nuestra inoperancia, nuestro no aprovechamiento de la existencia. Hablo de obstáculos puestos por uno mismo. Éstas son las peores trabas, pues rara vez las identificamos como internas, y nos resulta imposible analizarlas objetivamente. Para solucionar estos problemas no bastará con barrer el obstáculo, pues si se mantiene el mecanismo por el que éste aparece, volverá a hacerlo, o se manifestará de otra forma. Hay que ir a la raíz del problema, que es posible divisar con un paciente análisis de uno mismo y su alrededor. Si lo identificas como una excusa, sabrás que no es un obstáculo real.
La dignidad por morirse de hambre y pasar penurias todos los días no es una cualidad inventada por los burgueses para mantener su mierda de estatus. Es un consuelo de los obreros, un mecanismo de autodefensa. Igual que nacieron religiones entre los esclavos, conocemos el lema "los pobres son hijos de dios y los ricos del diablo". Para aguantar la explotación se crearon ídolos que les ayudaban a mantenerse vivos. Pero estos símbolos los mantiene vivos y los consuela, los frena. Frena a querer cambiar las cosas porque les hace creer que actúan correctamente. Es una excusa inmovilista.

Por ello, concluyo que la noción de dignidad adquirida por el trabajo alienado -u orgullo obrero- es netamente contrarrevolucionaria.

Le monde est à vous

Qué cabrón, menuda choza tiene. Aunque compartida con muchos. Y no digo todos, porque siempre quedarán personas que, por enfermedad o por gusto, o por ambas cosas, vegetan, como tú en este momento.

Su casa es mucho más grande de lo que imaginas. Tiene de todo. Él siempre se pasó la cuestión de la propiedad privada por los cojones, ya sabes.

Dice que es mucho más completa una vida con problemas, por eso de que solo hay una y tal, y que sólo se quiere arrepentir por lo que ha hecho y no por lo que no hizo, que si la gente alaba el no hacer nada que por qué no se suicida, habiendo métodos muy comodos y tal y cual. Bueno, creo que sabes por dónde voy. No espera que le haga caso, pero no le disgusta hablar.

martes, 5 de agosto de 2008

Reivindicación del juego

Ante una realidad asfixiante y cegadora, una de las opciones y alternativas que nos queda es la del juego.

Experimentar el juego y el placer. Pero un juego que no sea producto de la mercantilización y de la lógica capitalista. Un juego que nazca de nuestros más profundos y sinceros sentimientos. Del odio hacia todo este mundo de cemento, y del amor hacia la vida y la total libertad. Ese es el único juego aceptable, el único juego que podrá etiquetarse como tal, el único juego capaz de crear en nosotros un placer sincero y liberador.

Pudiera ser que creyeses que es imposible jugar si todavía nos has roto con tus condiciones de esclavitud, y pudiera ser que yo te pudiera dar la razón. Pero también te puedo decir que el juego y su consecuente placer es un arma contra esas condiciones de esclavitud y agonía. El juego es capaz de romper con la rutina mortífera y asesina. El juego es poderoso. Y el juego puede aniquilar las cadenas.

Porque, además, el juego del que hablo, si se practica, va acompañado, inevitablemente, de una destrucción de aquello que nos convierte en esclavos y en muertos estresados que no paran de mirar el reloj.

Para poner en practica este juego subversivo, anárquico, anarquizante, caótico, liberador y placentero, lo que tenemos que hacer es usar nuestra imaginación y guiarnos por nuestros más profundos deseos y ganas de destrucción del actual Sistema que nos reduce a meros objetos en medio de un mercado interminable e insaciable, y guiarnos también por nuestros profundos deseos y ganas de libertad, de vida. De anarquía.

El actual sistema mercantil y esclavizante ahoga nuestros instintos, ahoga nuestra capacidad de independencia, ahoga todo aquello que pudieramos expulsar y que no estuviera contaminado por la civilización y por los esquemas cosificadores actuales. La civilización lo ha ocupado todo, lo ocupa todo y continúa con su ritmo genocida. La civilización ha aniquilado y sigue aniquilando toda huella de vida. La civilización ha convertido todo en recursos, en objetos, en mercancía; ha logrado que todo puede ser introducido en el mercado, en la compra-venta. Gracias a la civilización nuestras vidas se han visto reducidas a un ritmo absurdo, frenético, rutinario y asfixiante, somos esclavos, hacinados en cubículos de cemento y ladrillos, atados a un trabajo, a un sueldo, a la familia, a las obligaciones, al consumo, al ocio, atados a nuestros miedos y frustraciones. Nos vemos atrapados en un cárcel con una pantalla gigante que emite imágenes y sonidos que nos repiten una y otra vez que somos felices, que continuemos como estamos, que tal como estamos somos libres, imágenes y sonidos que escupen un eco interminable que no para de decir que somos libres y felices, que continuemos produciendo y consumiendo. Producir y consumir. En eso consiste nuestra existencia.
Contra esta situación que expulsa un humo negro, omnipotente y omniprensente, que produce que estemos continuamente soltando estertores, una de las armas que podemos y tenemos que empuñar y usar sin freno es el juego. Con nuestros amigos. Con nuestra gente. Junto aquellas personas con las cuales compartamos un unión fuerte, de amor y fidelidad, una unión que se basa y se sostiene por y sobre una serie de puntos comunes y fundamentales que conforma aquello que llamamos amistad.

Ese juego que es capaz de producir en nosotros un placer que no esté infectado por, como dije antes, la lógica mercantil y capitalista. La lógica de la compra-venta, del producir-consumir. Ese juego que mientras lo realizamos y una vez realizado, nos hace sentir libres, liberados, felices. Ese es el juego del que hablo.

No digo que sea fácil ponerlo en práctica en medio de un ambiente de artificialidad y esclavitud. No digo que sea fácil ponerlo en práctica en medio de un ambiente que golpea nuestras cabezas y corazones, en medio de un ambiente de locura, en un ambiente que, tal vez, constantemente, creemos que nos va a hacer enloquecer a nosotros también. No digo que sea fácil. Pero es que el hecho de que no lo sea no invalida su puesta en práctica. Todo lo contrario. La realización del juego anárquico es toda una aventura, que aunque en medio de todo este ambiente de muerte pueda parecer muy difícil de llevar a cabo, es toda un experiencia capaz de agrietar y hacer caer los esquemas de esclavitud que ya mencioné.

Debemos tenerlo claro. Nosotros somos bichos raros, bichos, animales, animales que quieren huir y destruir su estado de domesticación. Nosotros queremos arruinar este sistema que todo lo mercantiliza y cosifica. Nosotros no aguantamos ser esclavos. Nuestras ganas de libertad pueden, sí, pueden con todo eso que nos intenta convencer día a día que siendo esclavos somos libres y felices. Nosotros, en medio de todo esta realidad de cemento y dinero, debemos extender el caos. El juego. El placer. Debemos, tenemos que jugar. Usar la imaginación que también día a día nos intentan atrofiar. Usar aquello que esté a nuestro alcance.

Animales deseosos de huir de la domesticación, con sus sonrisas convetidas en cuchillos campando a sus anchas por la ciudad, por el asfalto, por las calles, corriendo, jugando, contaminado ese ambiente contaminado, contaminándolo con la semilla del caos, con la semilla de las irrefrenables ganas de vivir.

Animales salvajes que mediante el juego recuperan sus vidas. Rompen sus cadenas. Y destruyen una realidad asfixiante que ha condenado todo a su lógica mercantil y de muerte.

Animales salvajes que recuperan sus vidas. Que juegan. Y nunca paran de jugar. De destruir el sistema.

Animales salvajes que recuperan sus vidas. Que propagan el caos y la anarquía. El juego.


Seamos animales salvajes. Animales salvajes que recuperan sus vidas.
Que juegan. Y que nunca paran de jugar. Y de vivir. Y de destruir el sistema.

sábado, 2 de agosto de 2008

Uno se da cuenta de que intentar buscar a alguien que le arregle la vida es lo más cobarde y despreciable que hay. Uno se da cuenta de que a su alrededor solo hay cobardía y desperdicio. De vez en cuando, uno cree ver diminutos focos de vida real.
Pero todo eso da igual. Uno se pasa el tiempo mirando a su alrededor y creyendo ver focos. Y al final, uno se olvida de sí mismo.
No tiene sentido que los ojos se oxiden por las lágrimas debido a la visión de ese panorama de miserabilidad y artificialidad, no tiene sentido tampoco sonreír cuando uno cree ver focos diminutos que parecen escapar de todo ese panorama. No tiene sentido, si mientras, uno se va dejando consumir.
Y uno se pregunta por qué demonios se tiende a esperar que venga un dios que te acoja en su regazo, y te apriete contra su corazón caliente y te susurre palabras de esperanza mientras te cura todas las heridas. Uno se pregunta por qué demonios el miedo se apodera de la vida y la hace añicos entre sus manos de fuego.

Y uno se ve a sí mismo, contemplando el rostro de los demás. Contemplando lo que tiene a su alrededor. Su habitación. Con todos los libros y la silla y la cama y el armario y ese papelucho en el cual escribió palabras surgidas de un deseo irrefrenable. O contemplando la calle. Y los coches y las motos y los autobuses pasar; y la gente, y las tiendas.
Y uno se olvida de sí mismo.
Se olvida de que antes que todo eso está él mismo, de que antes que todo eso está su situación y su vida y lo que él está haciendo con ella.

Pero uno también se da cuenta de que es inevitable el que vuelva, con un golpe seco, fuerte y duro, ese sentimiento y esa reflexión que le conduce hacia sí mismo y hacia su situación y su vida. Parece inevitable.
Uno se repiensa y ve que gran parte de su tiempo lo pasó buscando respuestas y recetas mágicas en libros y películas. Se repiensa y se observa, y es incapaz de hallar alguna huella de vida, de puesta en práctica de las ganas de vivir; contempla su piel blanca, amorenada por el sol, sin rasguño alguno.


Qué pena.

miércoles, 30 de julio de 2008

Tal vez fuera mejor no escupirle a la cara. Tal vez fuera mejor no dejar plasmado en sus ojos, y en sus labios, y en su nariz, y en sus mejillas..., todas esas flemas que están deseando salir de entre tu lengua.
Pero ya no hay vuelta atrás.
Y lo vas a hacer.

Pensar en un "tal vez" ya perdió su sentido. Dudar de tus impulsos ha quedado obsoleto. Renegar tu instinto ya es impensable.

Tu problema siempre fue el reprimirte. El dejarte esclavizar. Y el soportar el látigo que azotaba con fuerza a tu corazón.
Y así, poco a poco, te convertiste en alguien débil y miedoso. Avergonzado de sí mismo. De sus pensamientos, de sus sentimientos, de sus acciones...
Y así, poco a poco, agachaste la cabeza hasta llegar a hundirla en el asfalto.

Joder. Y qué más dá ya todo eso.
Recordar no sirve de nada. No merece la pena.
Retroceder al pasado es absurdo.
El botón de rebobinar ya no existe.
Todo eso ya no importa.
Aquí y ahora. Aquí. Ahora.
Esta es tu vida. Este eres tú.
Aquí. Y. Ahora.
Nunca fuiste otro. Nunca de otra manera.
El pasado ha dejado de existir. Y mañana se ha ahogado en el mar de la incertidumbre obsesiva.
Tú eres este.
Aquí.
Ahora.

Y por supuesto que lo haces. No lo has dudado ni un sólo momento.
Era imparable.
Y esa mucosidad salivosa se resbala por todo el rostro de tu maldito enemigo.
El miedo.




Aquí y ahora.